lunes, 26 de enero de 2015

El miedo a envejecer


Noche de teatro. Voy acompañada de buenas amigas, todas arregladas para la ocasión. La más joven de nosotras acaba de cumplir los 43 años, la más mayor ya va por los 52. Por supuesto comentamos cómo procuramos reducir los signos de envejecimiento que van apareciendo cruelmente sin que les hayamos invitado en ningún momento. Ninguna de nosotras se ha atrevido a inyectarse bótox u otra sustancia pero hemos probado miles de cremas y nos aplicamos los parches Frownies cada una a su manera con más o menos regularidad.

Durante la pausa del teatro hay algo que me llama la atención. Los hombres de nuestra edad tienen más o menos canas y/o presentan signos de calvície, lucen sus barrigotas y rostros marcados con arrugas y piel fláccida. Sus acompañantes femeninas, me atrevo a asegurar que un 50 % de ellas, se han sometido a alguna transformación para aparentar una juventud que irremediablemente dejaron atrás. Sus rostros estirados sin arrugas y sin expresión delatan su rechazo a dejar que la naturaleza siga su curso y lo que consiguen es una apariencia que delata su miedo a envejecer.

¿Porqué gastar miles de euros en intentar conseguir la juventud eterna? ¿Porqué no aceptar que un cuerpo de 50 no pega con un rostro estirado que desea aparentar 15 o 20 años menos? Y es que se nota y aunque no sabemos describir exactamente que hay de 'raro' en un rostro modificado, sabemos que no es natural y por ello deja de tener atractivo.

¿Quién nos ha dicho a nosotras, mujeres, que no podemos envejecer con canas y arrugas? No se trata de dejarse, sino de envejecer con dignidad. Un rostro con algunas arrugas y cuidado es mucho más agradable que una cara estirada sin expresividad.

Vamos a plantearnos si con el ansia de frenar los signos envejecimiento vamos a sentirnos más confiadas o si al contrario, siempre estaremos en constante lucha contra el paso del tiempo.
Tú decides.